Lo que ha cambiado la burocracia en un siglo

Menos mal que las cosas ya no son así ¿verdad?

«Estoy cansado, Katherine, mucho. Ese conflicto mío interior, esa disociación entre mi destino verdadero y mi mundo exterior me pesan cada día más. Lo de Santander viene a agravarlo todo. No puedes figurarte lo difícil que es hacer algo, ejecutar algo en España, sobre todo si se trata de la Administración. En mi país todo está organizado para no trabajar. ¡Ay del que se lanza a hacer algo! No conoces ni conocerás en tu vida nada más estúpidamente minucioso, más retardatario que la Administración española. Parece china. Para las cosas de la U[niversidad] I[nternacional] tengo que entenderme (?) con tres departamentos: Negocios Extranjeros, Instrucción y Hacienda. Pues bien, cualquier pequeña cosa que haya que resolver por vía administrativa y que en un banco o en una empresa privada sería cuestión de diez minutos se complica, se demora y dilata indefinidamente. Y no sirve que el Ministro ordene: los empleados, Sa Majesté le Fonctionnaire, es más fuerte que todos, y esos miserables burócratas encastillados detrás de leyes y reglamentos forman una barrera infranqueable. Aunque te parezca absurdo: la Administración española es un organismo montado para servir los designios del Estado, para ejecutar sus proyectos, sí, pero en realidad lo que hace es estorbarlos e impedir que se ejecuten. Por ejemplo, el Ministerio de Instrucción concede dinero para la U.I. Pero ese dinero tiene que entregarlo el Ministerio de Hacienda. Y allí nos cuesta lo indecible obtener un dinero que está ya concedido, ordenado que se pague por otro departamento. Todo son dificultades, trámites dilatorios, aplazamientos. Y yo me desespero, me enfurezco. Jamás me había puesto en contacto con la Administración y declaro que no sirvo para eso. Ya puedes imaginar todo lo que esa pequeña guerra diaria me roba de fuerza, de energía y de tiempo que debía consagrar a la labor esencial de la U.I. Yo acepté este cargo para hacer una Universidad, para pensar en su problema, pero no para perder el tiempo en minucias necias en los ministerios. Es muy bonito inventar, idear una cosa, pero la realización luego, en España, es terrible. Todo el entusiasmo y la fe con que se concibe algo se va perdiendo poco a poco en este penoso avanzar entre obstáculos estúpidos.»

(Pedro Salinas, Cartas a Katherine Whitmore, Carta número 78, fechada el 23 de febrero de 1933)