El alcalde de Madrid está planteándose la solicitud, para que la capital sea declarada zona catastrófica.
A la vista de los acontecimientos pasados y presentes, no sé cómo le asaltan las dudas. Tanto la gestión de la Comunidad como del Ayuntamiento han recaído en una colección de políticos manzaneros. Con ello quiero decir, imitando la nomenclatura de la famosa manzana mordida, iResponsables, iNcompetentes e iNútiles, esa especie de clase social comentada por Harari en sus libros y que al final encuentra, al menos en este país y sin que el autor siquiera lo intuyera, acomodo en la clase política.
Comenzamos con la culpabilización del ciudadano sobre el desarrollo y evolución de la pandemia (nietos homicidas, juventud irresponsable, etc.) y terminando por ser los agentes que desatascan y liberan los accesos de viviendas, hospitales… si quieren sobrevivir. Si los colectivos se autoorganizan y funciona en las situaciones de emergencia uno puede cuestionarse para qué sirven los políticos.
Es cierto que como miembros de una sociedad, todos, en mayor o menor medida, somos responsables de lo que ocurre (las consecuencias), por acción o inacción. Y es ahí donde está el quiz de la frase anterior, hay diferentes grados de responsabilidad, que ordenadas de mayor a menor, comienza por los políticos y termina en los ciudadanos. Aunque alguno de los aludidos comente que los ciudadanos eligen a sus representantes, por lo que son los últimos responsables. Frase típica de cierta intelectualidad, pero que se cae por su propio incoherencia.
La tan cacareada ciencia y los cuentificos son ignorados selectivamente acorde con la ideología y el interés partidista. Así, pueblan nuestras universidades <<primos de Rajoy>>, Aquilinos Polaino o elementos parasitarios.
La ciencia, no es neutral. Al igual que el resto de disciplinas del conocimiento están sujetas o cargadas de interpretaciones del mundo, tanto de forma consciente como latente o futura. Un descubrimiento puede dar pie a que se replanteen otros que culminen en lo que Thomas Kuhn denomina cambios de paradigma y que afecten a otras disciplinas o surjan nuevas interpretaciones del mundo.
Todos nos aferramos a lo conocido, aunque sepamos que falla, cuando no disponemos de una alternativa mejor o más completa. Pero lo que resulta reiterativo e inaudito es la capacidad de escurrir el bulto de nuestros políticos pasando el testigo a los de siempre, en una cadena que termina en el conserje, ujier… o el ciudadano de a pie.
Negar el incremento de los fenómenos extremos (tanto de frío/lluvia como de calor/sequía) propios de la etnia primo-rajoidiana. Negar u disfrazar la contaminación de Madrid, cambiando de lugar o emplazamiento los sensores. Afirmar que el incremento de la factura eléctrica sólo supondrá unos euros… (cuando hay gente que no tiene ninguno) es algo que debería tener repercusiones penales reales, pues las políticas se restringen a cambios de fachada, cual cromos (hay banquillo).
En definitiva, desde hace tiempo, Madrid, es, de facto, Zona Catastrófica y me importa 3x lo que piense la gobernación.