Vaya por delante que los animales deben tener derechos y los tienen, aunque en algunos casos no son suficientes, o suficientemente bien aplicados. Percátese el lector, del reconocido derecho del toro a ser banderilleado, estocado, lanceado, embolado… o el derecho de las focas a convertirse en flamantes abrigos, el de los tigres a servir de supuesta viagra para humanos, al igual que el cuerno de los rinocerontes, o los colmillos de los elefantes a ser preciosas tallas en las vitrinas de las mejores casas.
Francamente, la desgracia de estos últimos es que no se puedan realizar remedios o esculturas con sus orines y cagallones respectivamente. Quizá entonces habría tortas entre zoológicos, esos reductos conservacionistas, de gran utilidad y pervivencia de especies desaparecidas, por unas míseras boñigas y granjas de tigres enjaulados comiendos a espuertas para producir materia prima. Conservarían la vida, pero, ¿a qué precio?
Hace unos días, apareció en diversos medios de comunicacion, desde la prensa escrita hasta la televisión una noticia en la que se hacia referencia a que dada la similitud genética entre los grandes simios (máxima en el chimpancé) y los humanos, debería redactarse una carta magna que refleje los derechos especiales para este grupo zoológico.
Abandonándo momentáneamente las disquisiciones genéticas, en zoología se distinguen dos casos relativos a la función o comportameniento que se denominan analogías y homologías. Cuando dos órganos, extremidades… realizan la misma función pero tienen un origen embriológico (ontogenia) distinto, se denominan análogos, mientras que dos órganos, extremidades, apéndices… que realizan funciones distintas o iguales, pero tienen un origen embriológico común se denominan homólogos. Se puede establecer una biyeccion en lo que respecta al comportamiento animal, es decir, en etología se dan casos de analogías, que es lo que nos interesa en este momento.
A lo largo del desarrollo de la etología moderna, se han cometido varios errores de bulto, tanto la animalización del comportamiento humano como su inversa, la humanización del comportamiento animal.
Habrá algún etólogo de pacotilla que verá en el comprotamiento de ciertos humanos (homo parlametari) conocidos vulgarmente como diputados o senadores, actitudes y desplantes similares a los observados en ciertos grandes simios: gorila (Gorilla gorilla), orangután (Pongo pygmaeus), bonobo (Pan paniscus) y chimpancé (Pan troglodytes).
Como habíamos mencionado anteriormente este proceso de animalización de humanos es incorrecto. Entonces deberemos acudir al diccionario para buscar la palabra adecuada, esos diputados no son panes, son gilipollas que realizan aspavientos.
Por otro lado, algunos estudios científicos realizados en grandes simios indican que estos disponen de un coeficiente intelectual similar al de un niño de siete años (suponiendo un desarrollo normal de sus facultades). ¿Implica esto que sus derechos son idénticos a los que figuran en la carta magna de los derechos de la infancia?.
Retomando la cuestion genética, cuando se habla de similitudes, podemos observar que analizado el ADN tanto de chimpancés como humanos aparece el resultado sorprendente de que hay una diferencia de alrededor del cuatro por ciento entre ambas especies. Otro dato de interés es que el chimpancé dispone de 48 cromosomas (24 pares) frente a los 46 (23 pares) de los humanos.
¿Se ha preguntado alguna vez si todos los perros son genéticamente compatibles?. Si con la capacidad de cruzamiento y descendencia fértil, entendemos que sí, debieran estar todos con los mismo derechos. Pertenecen al mismo género, especie y subespecie, con un cuarto apellido que indica raza o variedad. ¿Y del burro (Equus asinus) y yegua (Equus ferus)?. Sí, pero no.
Si se concoe algo en ciencia, y desde hace mucho tiempo, desde principios del siglo pasado, es que la naturaleza va a saltos (cuánticos o macroscópicos), pero solo de pensar en el diferente careto y manera de pensar en la especie homo creo que no debe de extrañarles a nadie dicho resultado.
Por otro lado se me plantean muchos interrogantes:
- ¿Cuál es la frontera para obtener derechos?… la similitud genética del 96% o como sostenían los nazis al nivel de variedad.
- Cuando hablemos de familia monoparental, querrá decir un hijo de padre/s mono?
- ¿Será nuestro futuro como se refleja en la película el Planeta de los Simios?
- ¿Veremos a Benedicto XVI bautizando a chimpancés (el milagro de los Panes)?
- ¿Se llamará el último mono Pan Zeta?
- ¿Que me dicen del derecho del nsar?
- Sabía que, para algunos, tanto el Rey como Zapatero y Aznar son primates
En definitiva dejémonos de tonterías y llamémosle a las cosas por su nombre: al Pan chimpancé o bonobo y al Homo humano o primate.
Centrandonos en las actuaciones de «sus señorías» y sin menospreciar a la clase de niños de siete años, dado que se observa constantemente en los debates televisados si comportamiento es muy lamentable y hacen el primo o primate, lo correcto sería que se les denominase «panlamentarios». Esta denominación sería más acorde a la realidad. Sugiero que los estudios cientificos se realicen sobre esta nueva especie para determinar las diferencias reales con los simios, ya que aparentemente son muy pequeñas.