Se entiende como parque aquello que sirve para el uso y disfrute de los animales humanos y por natural, que no ha intervenido la humanidad en su construcción.
Si juntamos ambas definiciones obtenemos un concepto adulterado que todo el mundo quiere visitar, en oposicion a un espacio protegido de los animales humanos.
Está de moda visitar un espacio de especial relevancia por sus características morfológicas, de flora y fauna existentes, así como por su extraordinaria rareza.
Si no hay responsabilidad por parte de la administración, prima el negocio, etc. se llega a las situaciones de adulteración e incluso destrucción de dichos lugares biológicamente significativos.
Hay una relación dialéctica entre el concepto de parque natural y los de curiosidad y egoísmo humanos.
Una falsa oposición entre conservación y los costes, como si su conservación supusiera una rémora y que debe autosostenerse.
Y ya que estamos hablando de economía hay otras dos hechos de suma importancia: no se ha invertido nada en su creación (se ha autosostenido) y sí, conservarlo significa protegerlo.
Sin ahondar mucho en la cuestión, la mejor manera de conservar un parque es no anunciar su existencia, colocar los famosos bolardos para impedir el acceso y sanciones adecuadas a los intrusos homininos.