El pasado 1 de junio el Congreso de los Diputados decidió, por 180 votos a favor, apoyar la moción de censura propuesta por Pedro Sánchez y el PSOE.
Como bien han recalcado algunos líderes de los partidos políticos que votaron a favor de la misma, no fue un refrendo a Pedro Sánchez y su programa, fue una expulsión en toda regla del Partido Popular de la máxima institución de gobierno de España y personificada en la figura de M. Rajoy como Presidente de Gobierno.
A pesar de que algunos socios del Gobierno y del PP le reclamaron elecciones anticipadas (la disolución de ambas cámaras) acentuando su incongruencia política y egoísmo electoralista, ésta nunca se produjo.
Echado que no ido de la presidencia del gobierno, M. Rajoy dimitió de la presidencia de su partido y abandona la política. En este caso decide irse, por propia voluntad, no sé si por coherencia, porque está agotado tras su gran labor como dirigente del partido y como presidente del gobierno o por todas.
Ahora bien, ni se queda en la calle ni con una mano detrás de la otra (es registrador en excedencia y goza de la posibilidad de ser miembro del Consejo de Estado). No me da pena ninguna, pues no se va a vivir ni de la caridad ni debajo de un puente (tiene un casoplón en Aravaca).
De otra parte, parece que su abandono de la política es una gran pérdida para todos y, por tanto, para el pais. Muchos, tanto compañeros (esperable) como algunos líderes de posiciones opuestas alaban su personalidad, aunque en algunos casos distinguen su faceta privada de la pública.
Personalmente, la privada me interesa dos pepinos. Ni le conozco ni tengo interés en perder mi tiempo con persona como él, aunque ni me impide ni me excusa de educación y protocolo para con el referido o ese del que le hablo.
Ahora bien, como figura pública, es decir, en su faceta política: líder de un partido, presidente del gobierno, etc. sí me interesa y como tal y sin esperar a un análisis remoto de la historia, su legado y el de su partido (durante sus años de gobierno) puede calificarse como nefasto sin paliativos: corrupción, uso torticero de las instituciones del estado con fines lucrativos y políticos que van desde la obra pública hasta el ente de RTVE, pasando por el Tribunal Constitucional, el CGPJ, restricción de las libertades civiles, flagrante machismo, olvido de la historia, el problema catalán, indultos dudosos, desmantelamiento de servicios públicos y un largo etc. Para más información están las sentencias de los tribunales, las dimisiones políticas y la prensa.
Ahora bien, como parece norma, siempre hay algo que debe haber hecho bien: el milagro económico del PP y M. Rajoy.
No voy a negar que estamos en mejor situación económica que allá por el 2008-2011. Así al menos parecen mostrar los indicadores macroeconómicos. No voy a entrar en la discusión de los mismos, pero asumiendo su validez y tono positivo, la pregunta importante a contestar es:
¿Ha merecido la pena tomar ese camino para alcanzar dichos objetivos?
La respuesta es un NO categórico, fue una victoria pírrica o nos hemos dejado demasiados pelos en la gatera. Recordando a Groucho:
Nos han sacado de la nada para alcanzar las más altas cotas de la miseria.
Formulemos entonces otra pregunta.
¿Había rutas alternativas? Sí. A nuestro vecino de la izquierda, en el mapa geográfico y político, me remito (Portugal).
Por tanto, no parece descabellada la primera calificación: nefasta.
Para terminar y como lo cortés no quita lo valiente, despediré a Mariano Rajoy con otro refrán popular: tanta paz lleves como descanso dejas.