Cada junio se repite la misma experiencia para todos aquellos alumnos, que, procedentes de las enseñanazas medias, quieren, en la gran mayoría, acceder a la universidad.
Desde el principio de los tiempos se ha justificado esta práctica insensible y azarosa como el menos malo de los métodos para impedir el acceso a la universidad, a un recurso que es pagado por el conjunto de la sociedad. Como casi siempre, el estado sólo piensa en aplicar medidas represivas, sea cual sea el asunto del que se trate.
En estos tiempos en los que la pela parece que manda, y mucho, no tienen otra ocpión que restringir el acceso al entorno universitario. No sé con qué fin u objetivo, pues medidas de control de gasto se pueden implementar en otros terrenos sin limitar el acceso a la educación superior. ¿Alguien se ha planteado en serio, el coste de dicha prueba?
En estos momentos que se cuestiona el papel de la universidad en la sociedad, entendida como algo abstracto y ajeno a esta, fábrica de parados en definitiva, parece que, constatado el despoblamiento de dicha institución, existe un afán por atraer al mayor número posible de candidatos, ofreciéndoles el oro y el moro (¿habrá publicidad engañosa?). Si nos sumergimos en el Espacio Europeo de Educación Superior, la cosa se pone cruda: ¿alguien ha visto la clasificación de las instituciones españolas?
Es una puñetera contradicción, un sintentido de los muchos existentes. Por un lado se limita el acceso a la educación superior según un criterio arbitrario, cuando menos, y por el otro hay una pelea por los escasos candidatos.
Realmente, lo que está en juego en esta macabra experiencia anual, es la existencia de la propia institución docente, pues si no diponen de alumnos, ¿qué hacen?
Algunos tendrán preparada la respuesta: investigación. Realmente, algunos realizan única y exclusivamente fraude socioeconómico.
Utilizando los mismo criterios selectivos que para con los alumnos, propongo que realicemos una selección artificial en las universidades, donde aquel que no permita recaudar lo que cuesta sea explusado de forma abrupta y sin contemplaciones.
Dicho esto, seguro que más de uno, entre los que me incluyo, dirá que eso es una medida excesivamente brutal, represiva… Si esta lo es, díganme el porqué la de los alumnos se asume como natural, no siéndolo. Y para todos aquellos constitucionalistas, decirles que la educación es un derecho reconocido en la Carta Magna (Título I. Capítulo segundo. Sección primera. Artículo 27, punto primero), y por favor, no me vengan con que es una declaración de principios, obliga señores. Tampoco caigan en la estupidez de cambiarla para que así no se compruebe la falsedad de dicho documento.
Si la Filología Clásica o las carreras de humanidades no forman más que parados, ¿por qué se consiente que sigan existiendo dichas titulaciones?, ¿debería plantearse un expediente de regulación de empleo con prejubilaciones, tan de moda desde hace unas décadas?
Si deben existir docentes y P.A.S para dichas titulaciones condenadas al fracaso laboral y quizá social, explíquenme el porqué no se deja que los alumnos vayan tranquilamente a obtenerlas, al menos será un trabajo que repercutirá en la mejor formación de nuestra sociedad y compensará el déficit monetario, si nos ponemos eureros.
Analizando aquellas carreras denominadas punteras, es decir, aquellas con éxito social o laboral, también debería contemplarse el expediente de regulación de empleo por otros motivos: calidad docente, investigadora y humana y por los servicios ofrecidos.
Parásitos existen en todas las empresas, instituciones u organizaciones. Un concepto biológico extrapolado a lo social. Pues bien, como todo parásito dispone de lo que se denomina ciclo vital, pautas que se repiten cíclicamente, no es difícil, en este caso, averiguarlas ni tampoco eliminarlos, si se dispone de la suficiente voluntad (aquí lino y allá esparto para polainos, como ejemplo)
En definitiva, creo que la selección artificial, como tal hay que reconocerla. Habrá defensores de la eugenesia educativa, pero entonces que la apliquen a todo el ámbito educativo, no sólo a una parte del colectivo. Como en todo proceso artificial, si no se dispone de criterios claros, coherentes y extensibles se producen graves perjuicios y discriminación. Con la claridad y coherencia se garantiza que aun siendo el evaluador, juez y parte, no disponga de movimiento autónomo.
La naturaleza es como es, no obedece a los criterios mentales del ser humano. Este último, como portador de ética y estética deberá dotarse de un sistema, más o menos coherente, pero que no deberá ser discriminatorio ni para sus congéneres ni para las otras especies.
Finalmente, y en relación a la campaña camisetera emprendida por algunos medios de comunicación, solo decir, que para protestar, si es menester, existen otras medidas más efectivas que lucir una camiseta, que, a saber quién la ha hecho y en qué condiciones: podría causar alergias cutáneas y, en casos graves, un shock anafiláctico.