A raíz del suicidio de Miguel Blesa, se han publicado artículos periodísticos, en diversos medios escritos y de ideologías contrapuestas, pero que coinciden en un aspecto, el tratamiento de ex.
Es común referirse a ciertos personajes como ex-ministro, ex-presidente, ex-banquero, ex-financiero, ex-tesorero como si ello fuera un título honorífico, cual marqués, duque, etc.
Si, por el contrario, nos referimos a un dictador, golpista o situaciones pasadas no gratificantes, entra en desuso dicho término ex, pues fue tal y ya no es cuestión de martirizar o se quiere dulcificar.
Parece más idóneo referise a dicha persona por su nombre y apellidos o recurriendo a un elemento positivo, si lo hay, de su pasado. Raras veces como lo que es y no como ex-dictador, ex-golpista, ex-presidiario o ex-drogadicto, por citar algunos ejemplos.
Siguiendo esta argumentación lógica y como elemento informativo que aporta valor, refiéranse a dicho personaje público como lo que es, quizá ello nos aporte luz de su ética y coherencia política, pasada y presente o, también, por su gran labor político/financiera como ex- recortador (de derechos sociales), ex-ladrón (consejero y fan del grupo Los Bravos), ex-aforado, ex-poliador, ex-arruinador, etc.
En definitiva, estoy, al igual que muchos otros, hasta el ex-croto de dichos execrables personajes públicos, émulos de los hermanos Grimm y que invitan a una relajación de los ex-fínteres sobre sus cuerpos o allegados.