Nace Flash Gordon a los cinco años de la aparición de Buck Rogers, y como respuesta a éste, de una idea del publicitario americano Joe Connolly, empleado del KFS. Es evidente que Raymond no tuvo al principio una visión clara del enorme éxito que esperaba a la serie, como lo prueba el hecho de que tuviera una primera concepción del personaje como integrante de un grupo de cuatro hombres que se preparaban para circunvalar la Tierra a la altura del ecuador durante un solo día. Se trataba de hecho de una anticipación de las conquistas espaciales, pero el tema era por entonces ya muy viejo. El KFS puso su veto, con toda justicia a este proyecto, del que Raymond presentó al menos la primera plancha acabada; ignorada durante años entre los papeles de su familia, ha sido descubierta recientemente. Adolecía este primer Flash de varios defectos: se trataba de un jovenzuelo imberbe, vestido convencionalmente, y los diesños gráficos del cohete y de sus mandos recordaban en demasía a Buck Rogers. Y Connolly, como decíamos, sugirió a Raymond una idea inicial más original, si que esto le reste al dibujante un ápice de merecimientos.
Se ha escrito mucho acerca de los primeros diez años de Flash Gordon, periodo en que lo dibujó Raymond. Desde el principio catastrofista en que el titular de un periódico anuncia la próxima destrucción del mundo por un cuerpo celeste que se dirige la Tierra. Pronto conocemos al personaje: un diplomado por Yale, joven y rubio, que viaja en un avión, en el que asimismo va una pasajera llamada Dale Arden. Dale será después la compañera constante y fiel del héroe, luchando por arrancarle de los halagos de reinas exóticas. Pero de momento, el avión en el que viajan ambos es alcanzado en un ala por un meteorito desprendido del planeta que amenaza a la Tierra. Flash y Dale se arrojan en paracaídas y van a caer cerca del laboratorio del Doctor Zarkov, científico inventor de un cohete con el que interceptar el planeta destructor; a punto de pistola, ya que sus esfuerzos mentales le han trastornado (las recaídas en la locura de Zarkov y sus periódicas desapariciones serán un recurso habitual de la serie), Dale y Flash son obligados por Zarkov a subir al cohete, y se dirigen hacia el malévolo planeta. ¿Se puede dar más acción en una plancha? El cohete chocaba con el misterioso planeta, Mongo, que era desviado así de su trayectoria, una solución argumental copiada muchas veces después sin ningún pudor. A partir de la salvación de la Tierra, y con los tres terrestres en Mongo, se elabora toda una teoría de luchas titánicas entre Flash y todas las razas, humanoides o animales, que lo habitan.
Iniciada pues con el mayor desprecio a la verosimilitud científica, cosa que por otra parte no interesaba en absoluto a Raymond como leit-motiv argumental, son detectables las influencias recibidas; no se trata de una obra simple, ni de una fantasía pura como a primera vista pudiera parecer; tampoco es, rotundamente y al contrario de lo que los críticos norteamericanos han sostenido, producto de la influencia de Julio Verne: nada más alejado de Verne que el desprecio por los problemas materiales de navegación aérea, o resistencia humana en un medio hostil. Se trata de una de las series más complejas que haya existido, ya que no sólo recibe los influjos contemporáneos, como otros medios, sino otros muchos más antiguos. Flash no es un héroe interplanetario al uso, solamente se traslada de la Tierra a otro planeta, y permanece allí. Esto le entronca mucho más con las novelas de Edgar Rice Burroughs, cuyo ciclo marciano de John Carter lleva por esas fechas siete novelas, desde 1912, y el de Carson Napier en Venus va por el segundo libro. Flash es una mezcla de estos dos personajes: obtiene el amor de princesas y reinas, como Carter, pero para triunfar tiene que pelear durante mucho tiempo, como Napier. Influencia también de Burroughs son los gigantescos árboles capaces de sostener Arboria, el palacio-ciudad-estado del Príncipe Barin en Mongo. En este planeta Mongo coexisten pues diversas razas en muy diferente estado de evolución, aunque casi todas hablen el mismo idioma, que es comprendido sin problemas por Flash desde el principio… En Mongo encontramos a los hombres halcones de Vultan, con su ciudad suspendida en el espacio, y a los hombres dragón, y a los gigantes de Frigia, y al pueblo de Coralia, que habita y respira bajo las aguas, y a los hombres leones… Todos ellos conforman un gran mosaico de vida, hasta llegar a la gran raza dominante, de color amarillo, con una estructura política feudal y regida con mano férrea por el tiránico Emperador Ming el Cruel, Suprema Inteligencia del Universo. Éste, que pudiera ser un trasunto de Fu-Manchú, con perilla y bigotes largos y caídos y orejas puntiagudas como las representaciones del diablo, aúna una inteligencia demoníaca (aunque Flash consigue burlarlo demasiado a menudo) con una malévola sed de poder autocrático, que no tolera oposición ni crítica a su muy personal manera de gobernar.
De un guión al principio pobre y reiterativo, que ponía en evidencia la visoñez de Raymond en el oficio, y en fecha indeterminada pero temprana, se hizo cargo de los guiones Dan Moore, que habría seguido durante 33 años con los guiones de las planchas dominicales; se resolvía el continuará de una plancha a la de la semana siguiente dejando a Flash a merced de un monstruo, que para colmo aparecía torpemente delineado, sin dar impresión de vida. La historieta es contemporánea de otra gran corriente de la Ciencia-Ficción, a la que se asemeja: junto a los relatos futuristas, existen otros que se desarrollan en mundos imaginarios, mucho más cercanos a una Edad Antigua o media fabulosas que al futuro de progresos científicos, lo que iguala a Flash Gordon más a un héroe de relatos de caballerías que a un personaje de space-opera. El más conocido de estos héroes, y rigurosamente contemporáneo de Flash Gordon es Conan, el cimerio, creación de Robert E. Howard en 1932. Asimismo se advierten puntos de contacto con los relatos de Abraham Merrit, singularmente en lo relativo a las soberbias estructuras arquitectónicas, en sus dos extremos, próximos a los funcionales diseños de la Bauhaus de los años 20 o a la exótica y colorista concepción de las ciudades orientales.
Por último, el gran mito icónico de la época, el cine, suministra abundante material de referencia, sobre todo en lo tocante a algunos cuerpos militares, a los que se parecen los guerreros de Mongo. Así, la legión extranjera, con sus cubrenucas blancos, se ve retratada en la legión del desierto de Ming; es muy vívido también el recuerdo de los lanceros bengalíes. Tras el primer encuentro con Barin en su reino, viste Flash un ajustado pantalón azul oscuro con una raya amarilla a lo largo de las piernas: no es otro que el uniforme de un cuerpo legendario por excelencia, la caballería de la Unión. De algunas caracterizaciones del actor Basil Rathbone pudo surgir el rostro de Ming, cuyas sucesivas posen forman en opinión de los críticos la mejor serie de retratos de la historieta. En cuanto al capitán Barin tocado con su verde gorro emplumado, tiene el mismo rostro que Errol Flynn, en el que se basó Raymond. Barin y sus soldados, vestidos de verde y empuñando sus arcos en el marco forestal de Arboria, traen irresistiblemente a la memoria a Robin Hood y sus autlaws, a pesar de los ascensores y las autopistas elevadas.
La geografía de Mongo también es comparable a la de las novelas de caballerías, siendo cada reino una sola ciudad aislada en el desierto, el aire, o el mar, que Flash va hallando por casualidad a consecuencia de accidentes aéreos (versión moderna de los naufragios, recurso habitual de la novela bizantina).
Al hablar de Ming, hemos hecho referencia al orientalismo latente en toda la serie, que es otra característica inexcusable en toda aventura de los años veinte y treinta, y que aquí está reforzado con decorados, dragones, vestimentas, e incluso los nombres de sus secuaces. Es de advertir la semejanza argumental del inicio de la historieta con Buck Rogers, que tiene por enemigos a los mongoles que han invadido los Estados Unidos, también dirigidos, ¿cómo no?, por un malvado emperador. Pero Flash sabrá salir airoso de cuantas asechanzas le tiendan Ming o sus aliados; fiel reflejo esto del optimismo rooseveltiano, y perfecta encarnación del sueño providencialista que reinó en Estados Unidos hasta después de la segunda guerra mundial, según el cual las agresiones del malvado de turno nada podrán frente a la iniciativa de los hombres libres.
En otro orden de ideas hay que destacar la enorme evolución experimentada por Raymond en el aspecto estético de la serie. Al principio dibujaba bien las figuras humanas, pero los paisajes, esquemáticos, llenos de agudos picachos y sin respetar escalas, no dan sensación de profundidad, y la arquitecturas, apenas desarrolladas, no ayudan a recrear un fondo verosímil donde mover a sus personajes. Llega a calcar sobre el Tarzán de Harold Foster, al que admira, el combate con los monos rojos (viñetas 34 y siguientes), y la caída del ídolo gigante por una escalera… Son simples pecados de juventud, pues sus progresos son muy rápidos y pronto se convierte en un verdadero maestro del medio, cuyos resortes domina completamente. En cuanto al montaje, se basa en una rígida estructura de cuatro tiras de tres viñetas cada una; a veces una viñeta se amplía al espacio de dos, a modo de cinemascope. El formato es horizontal, complementando la página como topper otra serie de Raymond, Jungle Jim.
En crítico Maurice Horn ha dividido la obra de Raymond, convencionalmente y para su mejor estudio, en períodos: el primero, ya comentado, sería el primitivo (1933-34); después viene el período barroco (1934-37), que comienza con la llegada de Flash a la ciudad de los hombres halcones. Creación de imágenes llenas de vértigo, encuadres en picado, caídas; crispación de posturas y brazos gesticulantes, grandes capas ondulantes en una grandiosa sinfonía, muy desacostumbrada en una historieta. El paisaje se reduce, pero es más coherente que en la etapa anterior, y los fondos se resuelven a menudo con técnicas de rayado, que ponen de relieve los valores tonales. Recurso a la composición por plancha, con distribución de espacios muy libre, lejos de la rígida ordenación por viñetas.
El período siguiente (1937-40) es la época idealista. Arranca de la captura y ejecución de Flash, con una reacción diametralmente opuesta a los excesos barrocos de la serie; los personajes, de rostros serenos, perfectos, abandonando todo aspecto caricaturesco, se elevan en composiciones verticales perfectamente equilibradas. Las caras se suavizan, y sólo son turbadas por algún suave contraluz. Es de destacar la creación de innumerables tipos humanos, evidenciando ciertas características físicas bien patentes (gordos campesinos y traidores de rostro afilado). Se pone un cuidado máximo al dibujar los trajes, los uniformes, los muebles, las armas; los pueriles cohetes del principio se tornan excelentes bólidos de fuselaje aerodinámico. En 1938 desaparecen los globos, y el texto se inserta en bloques, normalmente colocados en la parte inferior de las viñetas.
Después podemos hablar de manierismo (1940-44). La vuelta a la Tierra de Flash abre otra etapa en la obra de Raymond: el dibujo es perfecto, pero aparecen nuevos elementos. Los paisajes son más numerosos, se suceden los primeros planos de rostros. Los personajes femeninos aparecen perfectamente vestidos, como ilustraciones de elegantes revistas de moda. Se eliminan las retículas y hay una ausencia casi total de sombras; Raymond potencia las líneas de contorno, parece ser que para jugar con el contraste del color, al que se ofrecen grandes espacios blancos dentro y fuera de las figuras, pero ,sus indicaciones de color ni fueron seguidas en la mayoría de los periódicos, que por sus grandes tiradas perjudicaron el aspecto final de sus dibujos. Ante la existencia de varias planchas que no dibujó Raymond, en 1938 y 1940, se corrió la especie de que eran obra de su ayudante, Austin Briggs, pero al comparar las planchas dominicales de Raymond con las tiras diarias que dibujó Briggs desde 1940, y con las planchas dominicales que también Briggs dibujó al marchar Raymond al ejército, se advierte que tal suposición no es posible; quizá fueron pasadas a tinta por Briggs sobre el dibujo a lápiz de Raymond, al irle dando más participación en la serie (a Briggs le estaba encomendado habitualmente el sombreado y el diseño de máquinas y edificios).
Grandes críticos han señalado precedentes de Raymond en Miguel Angel, William Blake y Gustavo Doré, pero no hay que deslumbrar con nombres tan ilustres; para Raymond dibujar era una verdadera pasión, no solamente un oficio más o menos rentable. Es precisamente esta faceta de no conformarse con la obra hecha e ir alcanzando nuevas cotas la que lo distingue de la mayoría de los artistas de la historieta en un sentido tradicional del término.