Surfeando las olas… ¡y una porra!

Ya han sido objeto de un artículo anterior los posibles resultados nefastos de una cadena jerárquica de incompetentes a la hora de resolver un problema de salud pública como es el de la COVID-19.

Si la sanidad y la educación han sido objeto de recorte sistemático por parte de los gobiernos de M. Rajoy y de los tentáculos autonómicos PPeros. Tras la crisis financiera socializada, surge la crisis sanitaria, que además de mostrar con crudeza las consecuencias de esa política antisocial y económica, con esta segunda y prevista (aunque anticipada) ola se podrá alcanzar el fin neoliberal anhelado: reventar la precaria sanidad pública remanente, pero sin la posibilidad de encauzar la situación recurriendo a la privada. Aunque puestos a analizar esta mala leche liberal (recuerden el famoso ¡que se jodan! fabraleño) quizá lo pretendido sea una inmunidad de rebaño, por fuerza bruta, en el caso de los sectores sociales desfavorecidos y una inmunidad exprés para los ricos (acceso a vacunas) y a estancias hospitalarias costosas en la sanidad privada, solo al alcance de privilegiados.

Machacar más a los profesionales sanitarios no entra en sus previsiones, pues quizá imaginen ilusoriamente que los sanitarios de la privada, no son, en buena parte, trabajadores de la pública o extrabajadores con ánimo de continuar su carrera. Vaya, en términos deportivos, ¡hay banquillo!

Extenuación y bajas laborales son dos resultados letales para la población que necesitará sus servicios sanitarios.

En diferentes artículos de prensa, los expertos coinciden en que existen ciertos factores comunes en el surgimiento de esta nueva ola: en primer lugar una rápida y apresurada desescalada; un segundo achacable a las características de nuestra población; un tercero relacionado con las condiciones climáticas benignas (verano) y un cuarto y último referido a los diversos incumplimientos realizados por diversos grupos de ciudadanos.

Como soluciones paliativas a la proliferación y control de los brotes proponen: existencia de una trazabilidad real y efectiva, tanto por número de trabajadores como por medios de diagnóstico eficaces y masivos. Otro elemento importante es conocer el origen de los mismos para determinar sus causas y, finalmente, el cumplimiento efectivo de las medidas de aislamiento.

Los dos primeros factores dependen claramente de los gobiernos autonómicos, pues tienen transferida la sanidad y el tercero y último parece ser responsabilidad principal de la ciudadanía y dada la imprevisión e irresponsabilidad con respecto a los dos anteriores, se trata, errónea e intencionadamente, de atribuir todos los males a dicho comportamiento incívico.

Sin negar la existencia de dichos comportamientos insolidarios, incívicos y negacionistas sobre el virus tienen poca repercusión sobre el infractor (véanse las manifestaciones del barrio de Salamanca o la más reciente de Colón), pero no ocurre lo mismo sobre otros infractores de sectores desfavorecidos.

A estos últimos puede sancionárseles, pero dada su precariedad socioeconómica dudo que sirva de mucho y su confinamiento tampoco, pues en múltiples casos resulta imposible su cumplimiento por carencia de recursos y medios, así como el uso de medidas preventivas. No todo el mundo puede abordar económicamente, ni tampoco es su prioridad la salud suya, de los suyos y de terceros cuando el objetivo principal es llevarse algo a la boca. Ya lo dice el refranero español, a perro flaco todo son pulgas y, resumiendo lo dicho anteriormente, el impacto de la COVID-19 incide de forma brutal y diferenciada en las clases desfavorecidas y eso debería preocupar y la forma de resolverlo también.

Por tanto, disponer de medios eficaces de aislamiento no significa crear normativa e implementar medidas punitivas. Y ya que está de moda, cerrar prostíbulos puede ser una opción, pero que las prostitutas dejen de comer y respirar no. Cualquier solución a un desahucio económico implica dar una solución completa. Se han prohibido muchas cosas, fomentando mercados ilegales y condiciones de explotación más extremas. Y que conste que no estoy defendiendo la prostitución. Estoy justificando la existencia de soluciones complejas para problemas complejos como son las cuestiones de salud pública y economía.

Hay que adoptar planes socio-sanitarios y económicamente costosos para esos esbirros del neoliberalismo (bajo el que subyace un darwinismo social mal interpretado y pervertido) y que no proceden, pues es malgastar el dinero en escoria social.

Así, queda claro que las condiciones de precariedad socioeconómica determinan tanto la probabilidad de contraer la enfermedad como la salida de la misma, así como la capacidad de contagio. Si esto no le entra en la cabeza a ningún dirigente, y abundan acéfalos en política, la solución va para largo si es que existe.

Como ya he indicado anteriormente, otra de los sectores perjudicados por esta pandemia es la educación, no solo por los recortes citados sino también por las consecuencias para los alumnos, los educadores y para la sociedad en general.

Otro año más en blanco para los estudiantes de cualquier nivel es una tragedia e incide mayormente en las edades tempranas (educación de cero a tres años, no gratuita en muchos lugares de España).

Incide también en los docentes expuestos a ser contaminados, de manera no intencionada por sus alumnos, compañeros o los viajeros del transporte público, etc. y, precisamente Madrid es la antítesis del transporte público en estos momentos.

Otro de los elementos es que la simple asistencia a la escuela condiciona la vida laboral de muchas familias y en especial de las desfavorecidas económicamente y las monoparentales, así como, del desarrollo profesional de muchas mujeres.

En el caso de los alumnos de enseñanza superior se favorecerá, con el inicio presencial y posterior y apresurada formación en línea a la ya conocida huida para evitar incurrir en gastos innecesarios cuando se declare la no presencialidad, que, además de contribuir a la posible diseminación de la enfermedad dado que, como en el caso de Madrid, es zona de alto riesgo y transmisión, servirá para extenderla por toda el área sanitaria, o es que se va a excluir a los alumnos de Carabanchel, Usera y Vallecas…

En fin, que por parte de los políticos no hay planificación alguna y las autoridades académicas están a la espera de lo que otros decidan.

La presencialidad en el instituto, pero sobre todo en la escuela es fundamental, con el fin de socializar y jugar en un entorno de iguales y aprender cosas… como religión.

En el entorno universitario también es importante la presencialidad por diversos motivos, al igual que en el caso anterior, pero no es una dicotomía entre lo presencial y lo en línea. Si lo presencial tiene sus ventajas, lo virtual no es todo defectos. Expondré el caso de que un concepto bien explicado en formato virtual vale más que la explicación de mil ineptos de forma presencial.

Para concluir, si ya estaba prevista una ola en el otoño, parece que habrá una intermedia, igual o peor que enlazará con la prevista y que nos zambulle en un horizonte de incertidumbre con las clases desfavorecidas expuestas a la intemperie de la COVID-19: que se inmunicen por fuerza bruta, que vuelvan a morir ancianos en residencias, a colapsar el sistema sanitario… mientras una caterva de politicos viajando a todo trapo en coches oficiales o cumpliendo su aislamiento en suites de hoteles de lujo y a un supuesto precio de ganga. Si los empresarios son tan buenos y están socialmente preocupados ni entrarían en las tramas de corrupción y estarían dispuestos a arrimar el hombro y hay muchas formas de hacerlo, pero la realidad demuestra lo contrario, los protocolos, de existir, se aplican de aquella manera.