El coronavirus no entiende de clases sociales

Dentro del lenguaje neoliberal se utilizan diversas técnicas para enmascarar la realidad e igualarnos a todos incluyéndonos en una misma y única clase social. Este tipo de falacias sociales y retóricas tienen este objetivo igualitario con el fin de ocultar dos realidades que los datos muestran en su análisis:

  1. La incidencia del coronavirus afecta en mayor número a las clases más desfavorecidas, porque no se diagnostican, porque no puedan cumplir determinadas recomendaciones, laborales, terapéuticas y medidas de confinamiento, etc.
  2. El resultado final del proceso infeccioso es claramente diferente si afecta a una persona humana de clase alta frente a una persona humana de clase baja y no digamos si se trata de un excluido social.

Ambos hechos pueden resumirse en cuántos Trump o Macron se infectan por cada currante y qué capacidad de aislamiento o terapia está accesible para cada uno de los representantes de la clase social seleccionados. Baste recordar que el presidente del gobierno M. Rajoy y su padre.

La muerte puede ser considerada democrática, por algunos, pues les sucede tanto a ricos como a pobres, pero en primer lugar algo que afecta a todos no es democracia, actúa sin distinción alguna, pero ni las condiciones previas y en el momento del óbito fueron idénticas y diría que tampoco las condiciones de vida han sido, ni por asomo, similares.

En definitiva, la muerte, al igual que la enfermedad ni es democrática ni igualitaria, pues hay muertes y enfermedades de ricos y muertes y enfermedades de pobres. Lo que sí es cierto es que uno de los mecanismos que puede contribuir a paliar esas desigualdades es un buen Servicio Público de Salud, permite una aparente igualdad vital. Es un servicio mayormente demandado por las clases menos favorecidas (son más propensas a accidentes laborales, malos hábitos alimentarios, dificultades de supervivencia, etc.) que las clases más pudientes.

Esta realidad no es una cuestión de ideología, es un hecho, que ciertas ideologías pueden intentar limitar o las opuestas agravar, aduciendo un falso criterio evolucionista (el famoso ¡que se jodan! Fabriano).