La Estela de Apolonio.
La influencia de Apolonio en los geómetras griegos y árabes fue muy profunda. No en vano Apolonio fue llamado El Geómetra en la Antigüedad. Sobre porciones más o menos extensas de su obra escribieron comentarios Pappus (IV d.de C.) Serenus Antissensis (IV), Hyppathia (V), Eutoquio (VI), Abalphat de Ispahan (X), Abdomelek de Chiraz (XIII),…
La obra de Apolonio comienza a filtrarse hacia Occidente lentamente por vía de la matemática árabe. Vitelio, monje polaco establecido en Italia, escribe en 1260 un tratado de óptica, que en el fondo es un comentario al tratado de óptica del árabe Al-Hazen, que residió en la península ibérica en el siglo XI, y en el que se contienen diversas proposiciones geométricas de Apolonio.
El primer texto griego de las Cónicas que aparece en Occidente es el que Francisco Filelfo, nacido en Tolentino en 1398, se trajo de Constantinopla a Venecia en 1427.
La primera versión al latín de los cuatro primeros libros de las cónicas fue realizada por el matemático Juan Bautista Memo, en Venecia. Revela grandes lagunas en el conocimiento del griego, pero a pesar de ello, al morir Juan Bautista, un sobrino suyo, Juan Maria Memo, editó la obra en 1537.
En 1566, en Bolonia, Federico Commandino publica una segunda traducción mucho mejor de los cuatro primeros libros, basada sobre los textos griegos, acompañada de los lemas de Pappus, del comentario de Eutoquio y de dos libros sobre cónicas de Serenus Antissensis. Una segunda edición de esta obra fue impresa en Paris en 1626.
En 1655 aparece publicado un exponente de lo que constituía el ejercicio de moda en el tiempo, la reconstrucción conjetural de las obras perdidas de los clásicos. El Padre Claude Richard publica en Amberes un comentario de los cuatro primeros libros sobre las cónicas de Apolonio, basado en los textos de Memo y Commandino, seguido de otros cuatro libros que, a juicio del P. Richard, pretendían
reconstruir el contenido de los cuatro libros de Apolonio desconocidos entonces en Occidente.
En 1675 Isaac Barrow, el maestro de Newton en Cambridge, publicó en Londres un manual de geometría en que condensaba los cuatro primeros libros de Apolonio, además de otras obras de Arquímedes y de Teodosio.
A partir de 1629 comienzan a conocerse en Occidente los primeros manuscritos árabes de la obra de Apolonio conteniendo más libros de los hasta entonces conocidos, a través de Golius, profesor de lenguas orientales en Leyden. El Padre Mersenne se hace eco de ello en una obra en 1644. Golius trajo consigo a Holanda, después de un viaje por el Prónio, que en principio planeó traducir y publicar. No se sabe bien por qué no llevó a cabo su proyecto ni por qué su colección se dispersó después de su muerte.
Mientras el geómetra Viviani en 1658, se ocupaba de reconstruir conjeturalmente el contenido de los cuatro libros desconocidos de Apolonio, otro geómetra italiano, Borelli, encontró en la biblioteca de los Médicis, en Florencia, un manuscrito árabe, probablemente de la colección de Golius, que contenía los libros V, VI y VII de las Cónicas, en una versión resumida y más o menos retocada por el matemático persa Abalphat de Ispahan, en 994. Viviani logró que Borelli no publicase tal hallazgo sino después de que él hubiese publicado su reconstrucción, lo que hizo en 1659. Como se pudo ver después, la reconstrucción del libro V de Viviani fue de un acierto sorprendente y extendía el campo de apolonio considerablemente.
Borelli por su parte hizo traducir el libro de Abalphat al latín y lo publicó con numerosos comentarios en Florencia en 1661.
Otro manuscrito árabe conteniendo una versión abreviada de los mismos libros de las cónicas comentada por el geómetra persa Abdolmelek de Chiraz en 1250 fue adquirida en 1641 por el orientalista alemán Christian Rau. Este lo tradujo al latín y lo publicó en Kiel en 1669.
La primera versión completa en árabe de los libros V, VI, VII, aparece públicamente en Occidente al comienzo del siglo XVII en Irlanda, en un manuscrito que los herederos de Golius habían vendido al obispo de Armach (Codex Armachanus). Se trataba de una traducción del griego al árabe realizada en el siglo IX por Thabit ben Kurra, en Bagdad.
La edición príncipe de las Cónicas se debe al entusiasmo de Edmond Halley (1656-1742), el gran impulsor del trabajo de Newton a quien convenció para que escribiese los Principia que posteriormente él mismo hizo imprimir con los costos a su cargo en 1687. En 1704 Halley sustituyó a Gregory como profesor de geometría en Oxford. Gregory había traducido los Elementos de Euclides y en 1703 los había publicado en latín y griego. El y Halley se habían propuesto traducir y publicar los siete libros de las Cónicas de Apolonio. Con tal fin Halley decidió aprender árabe. En 1706 publica Halley el tratado de Apolonio sobre la sección de la razón. Muerto Gregory, Halley emprende en solitario la conclusión de la publicación de los siete libros conservados de las Cónicas y en 1710 aparece la obra en una impecable presentación. Se compone de tres partes. La primera contiene el texto griego de los cuatro primeros libros, publicado (en griego) por vez primera, junto con la versión latina de Commandino más o menos corregida, con los textos griegos de los lemas de Pappus y con el comentario de Eutoquio, todos los textos griegos acompañados de sus versiones en latín. La segunda parte comprende la traducción latina de los libros V, VI, VII, basada sobre la versión árabe de Thabit ben Kurra, seguida del texto griego de los lemas de Pappus relativos a estos tres libros y una reconstrucción conjetural del libro VIII hecha por Halley mismo. La tercera parte contenía el texto griego y una versión latina de los dos libros de Serenus Antissensis sobre la sección del cilindro y del cono.
En 1893 apareció la edición crítica del texto griego de los cuatro primeros libros realizada por Heiberg en Copenhague.
La única traducción completa de las Cónicas a una lengua vulgar, el francés, fue publicada en Brujas en 1923, realizada por Paul Ver Eecke. Tal versión está precedida por un extenso comentario sobre lo que acerca de Apolonio se conoce hoy día, así como sobre el rastro de suobra a lo largo de la historia.