El Servicio Público

No se si quién lee el artículo ha realizado algún viaje en avión recientemente y, por necesidades fisiológicas, adquirió un bocadillo, bollo o bebida en alguno de establecimientos o máquinas de autoservicio disponibles en los aeropuertos españoles.

Si ese fue su caso, pudo comprobar como en una democracia occidental avanzada se pueden mezclar conceptos dispares. Por un lado, libertad: el mercader es libre de establecer los precios. Por otro, estafa: cuando no existe competencia su libertad se traduce en precios abusivos e impunidad. En definitiva, parafraseando al famoso presentador José Manuel Parada, a los aeropuertos hay que ir como hay que ir, pero con un bocadillo y refresco bajo el brazo.

No solo el aparcamiento aéreo está afectado de este mal. Puede comprobar como en otros lugares de tránsito de viajeros también se producen situaciones similares, no así en la delegación del Ministerio de Hacienda de Guzmán el Bueno.

Lo mecionado anteriormente me sirve como introducción a lo que me interesa en mayor grado; lo que ocurre en las Facultades y Escuelas de la Universidad Complutense de Madrid:

  • Si existen precios establecidos razonables para el menú y determinadas consumiciones, ¿sabría explicar el porqué uno se topa con que no hay tope en las máquinas expendedoras de bebidas refrescantes refrigeradas?.
  • ¿Por qué se reinventan las tortillas? Mi mamá y yo tenemos un concepto diferente de dicho plato: patatas, aceite, huevo y sal. ¿Quizá porque estudiamos en distinta escuela?
  • Cualquier persona que utiliza los servicios de cafetería o de dipensación automática de bebidas lo hace por necesidad y la oferta de la que dispone es la que existe, aunque siempre podrá utilizar el transporte urbano para ir al supermercado y adquirir la bebida o vitualla correspondiente, por eso luego hay botellón… la gente aprovecha y compra de más y para los demás; es previsora
  • ¿Es una cocina creativa? Sí. Un poco más modesta que la de Ferrán Adriá, pero con platos del tipo suela con ensalada. Canutos de lechuga con culo de cebolla y así podríamos seguir. Cómo olvidar esos entremeses de primer plato con jamón recio y loncha de queso curada y chorizo de palos, idénticos a los que le sirven al Magnífico Rector en los pinchos de inauguración.
  • Cuando nos azote la gripe aviar y acatando las normas de la OMS y FAO, dejarán de hacerse las paellas de los jueves con ese animal. Si la escasez suele ser una norma y cuando se come, generalmente se pincha en hueso, sugiero que ante la ausencia falta de contenido se envíe circular recomendando que media hora antes de ir a comer se proceda a la masticación de un chicle saciante de los que venden en las farmacias.
  • Preocupada como está la sociedad y supuestamente las autoridades por el comer, sobre todo en el caso de los comedores infantiles, parece que cuando se trata de adultos todo vale. Quizá, los dirigentes, más aviesos, avezados y diligentes, estén preocupados por el futuro del sistema de pensiones y evitarnos una vejez decrépita

En definitiva, la Universidad no debe ser la cuna de liberalismo a ultranza y del darwinismo social, no es cuestión de que sobreviva el más fuerte.

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