Sobre buscar

En El sol del mebrillo, película maravillosa, Víctor Erice nos regala la conversación inacabable que mantiene Antonio López en su jardín con varios amigos que le visitan mientras pinta un cuadro. Era 1990, estamos a 2020, y la conversación sigue hoy viva. El título francés es Le songe de la lumière, muy inspirador, y aún podría ser La búsqueda de la verdad (de alguna, de alguna porción de alguna). Película inexcusable.

Antonio López. 1990.

Entre otras cosas, el grandísimo Antonio López nos enseña que rehacer no es deshacer. Ya lleva pintado mucho (seguramente poco para sus criterios) de su proyecto inicial, un árbol de membrillos amarillos y hojas verdes iluminado por el sol pleno del mediodía, justo por ese sol en ese momento. Ya tiene el membrillero en el lienzo, con una línea de horizonte bastante alta. Entonces reflexiona con Enrique Gran, pintor amigo, por qué debe pintarlo todo de nuevo. Recreamos las palabras de los dos:

  • AL— ¿Tú no bajarías toda la masa del árbol? ¿Tú cuánto bajarías?… Bajarlo todo, todo, como unos 5 o 6 cm… La línea del horizonte aquí… Descolgar todas las formas.
  • EG— Sí, no respira por arriba. Claro, esto ya lo hemos visto otras veces… Aunque lo de siempre, me resulta cruel después de toda esta labor… cubrirlo todo
  • AL— Pero todo eso queda debajo… es cama, cama… todo eso queda, aunque cubierto…

Cualquier matemático sincero expresaría así la búsqueda de la solución del problema que le ocupe. Porque uno busca la solución, y casi nunca la encuentra. Encuentra una solución, dos o tres si tiene suerte… y cada una cubre a la precedente, añade sustrato. Y otros matemáticos añaden su sustrato particular en la tarea colectiva de entender alguna cosa, alguna porción de alguna cosa. A veces llega un genio que ilumina más, que sueña mejor la luz… pero el problema bueno siempre está inacabado, es inacabable. Aunque soluciones previas parezcan superadas, es falso: todas, todas constituyen el humus del que se nutre el sueño de la verdad. Y todos tenemos siempre qué aprender de la verdad de los otros.

Esta entrada fue publicada en Reflexiones en voz alta. Guarda el enlace permanente.